Pater Josef Kentenich Portraits

Mar de misericordia
Nadar en el mar de la misericordia de Dios. Esta debe ser mi tarea.
Y no voy a dejar pasar ni un día sin hacer una especie de meditación.
Saboreo cómo Dios me salió al encuentro ayer con su bondad y su amor,
examino cada pequeñez.

        J. Kentenich

  

Una imagen que es una de las comparaciones predilectas del Padre Kentenich es la del “mar de misericordias”. Es la imagen de la infinitud de la bondad de Dios, una imagen de cómo estamos rodeados de la bondad de Dios, así como un nadador está rodeado de agua.

El Padre Kentenich dice que el hombre llega a la felicidad sabiéndose amado personalmente y reencontrándose permanentemente a sí mismo en el mar de misericordias.

A la imagen del mar de misericordias le corresponde, de nuestro lado, la imagen de la natación.

Quien quiere aprender a nadar primero que todo debe:

 Sumergirse en el agua (adecuada)

 Esto parece superficial, pero transmitiéndolo a la imagen del “mar de misericordias” no es obvio. Dios no nos impone su misericordia. Ciertamente nos ofrece sin descanso su bondad. Pero la decisión libre de nadar realmente en este “mar” la tenemos nosotros. Y este mar es diferente al “océano de informaciones” (G. Schulze) o al “baño de vivencias” del diluvio de atractivos diarios por el que se transita sobre las olas de las impresiones. El politólogo Bernd Guggenberger describe de modo gráfico esta inundación: las “novedades: sonidos, imágenes, aromas, paisajes, personas, opiniones, edificios, objetos, sentimientos, que inciden en nosotros en cada momento, se extienden al infinito, no se pueden elaborar ni a nivel espiritual ni a nivel emocional y nos dejan fríos, es decir, después de un contacto rápido, los dejamos y seguimos corriendo” (B. Guggenberger).

Las misericordias de Dios no se encuentran en las olas de la sociedad de las vivencias. Cuesta esfuerzo percibirlas, cuesta trabajo propio y coraje ir a la profundidad. No es fácil bajarse de la inundación de atractivos, recogerse en la propia vida y observar la cotidianeidad tanto tiempo hasta ver más profundamente, hasta observar a través de todo las señales de amor de Dios ocultas. Un segundo factor es muy importante:

Aprender a nadar en el mar de las misericordias de Dios

El Padre Kentenich ha desarrollado su propia “técnica de natación” que entre tanto ya practican con mucho provecho personas de distintas partes del mundo: se trata de una forma de oración y de elaboración de la propia vida, la así llamada “meditación”.

En una conversación con familias en EEUU, el Padre Kentenich presenta a este respecto una comparación: “Imagínense, por ejemplo, que quieren comprar una casa o un sombrero. Entonces, ¿qué hacen? Entonces no cierran los ojos y dicen: deme alguna cosa – y sacan el dinero de la billetera. No, al contrario, miran con mucha atención y evalúan los pro y los contras.” (J. Kentenich)

Para el Padre Kentenich meditar consiste en contemplar exactamente los acontecimientos del día, observar la vida y examinar: ¿en qué situación Dios me ha hablado, cómo tocó mi corazón, que quiso decirme? A este “contemplar” del que habla el Padre Kentenich sigue el vivenciar a posteriori, el saborear ese punto en el que Dios nos está hablando a nosotros. Debemos detenermos en tales experiencias todo el tiempo que estas continúen teniendo alimento para nuestra alma.

Dios nos sale al encuentro diariamente, en estos encuentros nos habla.

No se trata de abarcar muchas cosas sino de encontrar lo que es “mío”. También si vamos a comprar una casa o un sombrero buscamos tanto tiempo hasta que hayamos encontrado la casa de nuestros sueños o el sombrero predilecto. Entonces ya no nos interesan más las otras ofertas.

Descubrir al buen Dios

Quien comienza a ver, de esta manera, su propia vida como un campo de encuentro personal con el Dios del amor, precisa tiempo y paciencia. Porque bajarse de la marea de atractivos y pasar al mar de las misericordias de Dios puede llevar mucho tiempo. Por otra parte, Dios suele enviar justamente al inicio de nuestros “ejercicios de natación” no raras veces algo especial para que crezcamos en la confianza en Él.

Una joven relata que durante su estudio se llevaba muy bien con un estudiante, sin que llegaran a un noviazgo. Al finalizar este estudio, ella siguió viaje a París para continuar formándose, él a los EEUU. Tenían el número de teléfono móvil uno del otro, pero no cultivaban un contacto cercano. Una tarde esta joven rezó ante una estatua de María en una iglesia de París, y allí siente el deseo de saber cómo debe continuar con su vida. Por eso le pide a María que le muestre si debe reactivar el contacto con este joven en los EEUU o si debe recorrer otro camino. Cuando deja la iglesia unos minutos más tarde, suena su teléfono móvil: es este joven que la llama para decirle que quisiera retomar el contacto con ella. Meses después – entre tanto se han puesto de novios – ella le pregunta qué lo llevó a llamarla aquel día. “Fue en medio de la clase”, le responde. “De repente me acordé de ti y sentí el impulso interior: ‘Si no la llamo ahora, la habré perdido.’ Así salí de la clase y te llamé.” La joven estaba muy impresionada por este hecho y percibió: Dios obra en mi vida con su amor. Esto le ayudó a seguir con consecuencia las conducciones de Dios.

Deberíamos “gustar a posteriori dónde Dios nos salió hoy al encuentro y nos manifestó su amor” (J. Kentenich), dice el Padre Kentenich cuando recién ha sido liberado del campo de concentración. Espera en la Jura de Suabia poder seguir viaje a Schoenstatt. Allí le recuerda a los habitantes golpeados por la guerra cómo en medio de estos horrores de la época han experimentado el cálido amor de Dios: el enemigo estaba en el límite del pueblo, pero no pasó nada. Los exhorta a tomar cada día las grandes y pequeñas muestras de amor de Dios como una muestra personal, para cada uno.

Él les cuenta que: “lo he hecho con los sacerdotes en Dachau durante un año y medio cada noche”. Esto les ayudó a sobrevivir en medio de las atrocidades del campo de concentración.

Aprender a soportar los caminos misteriosos de Dios

Sin embargo, las misericordias de Dios a menudo se manifiestan de un modo diferente al que nosotros quisiéramos. El Padre Kentenich le recuerda a la gente de ese pueblo que en otro pueblo cercano, llamado Ulm, las personas que también confiaban firmemente en la ayuda de Dios y de la Virgen María no fueron preservados de las bombas, los incendios y las ruinas. “Hay muchas cosas que no se entienden en la vida. No debemos calcular como los hijos de este mundo, diciendo: Señor, te doy dos centavos, dame por ello 1000 marcos” (J. Kentenich).

Es muy difícil creer en una situación tal que Dios también ahora está regalando sus misericordias. Muchas veces, Dios obra en nuestra vida con un “rostro velado” (J. Kentenich), así lo expresa gráficamente el Padre Kentenich. Muchas veces Dios es incomprensible en sus planes. Entonces muchas veces la meditación consiste en mostrarle a Dios estas cosas incomprensibles y preguntarle: ¿para qué? Entonces tenemos que pedirle que nos dé por lo menos un poco de luz. En tales situaciones, nuestra relación con Dios está en peligro de quebrarse si, al mismo tiempo no recordamos vivamente las horas en las que Él nos ha colmado con dones.

El escritor ruso Leo Tolstoi escribe: “Si no crees más en el Dios en quien antes creías se debe a que en tu fe algo estaba errado, y debes esforzarte por comprender a qué le llamas Dios. Si un salvaje deja de creer en su Dios de madera, eso no significa que no hay Dios, sino que Él no es de madera.” (L. Tolstoi). Dios es distinto de como muchas veces pensamos que es. Debemos abrirnos a Él tal como es para encontrarlo realmente.

El agua sostiene

Aprender a nadar no es siempre fácil. En nuestra vida hay cosas que no comprendemos y hay dolor. Pero quien practica este método de meditación fielmente y también en experiencias dolorosas busca las señales de la bondad de Dios, no queda desamparado por Dios. Lo decisivo es aguantar, no amargarse con experiencias amargas, no darse por vencido en los reveses.

El Padre Alfred Delp, quien fuera asesinado por los nacionalsocialistas por su testimonio cristiano, resumió del siguiente modo la importancia de permanecer en esta actitud: “Raramente veo esto tan clara y palpablemente: el mundo está lleno de Dios. De todos los poros de las cosas nos sale esta realidad al encuentro. Nos quedamos atados a las horas hermosas y las malas, no las saboreamos hasta el punto en que nos hable de Dios. Esto vale para lo hermoso y lo doloroso. Dios quiere ser celebrado y en todo, y quiere la respuesta del amor y de la adoración” (Alfred Delp).

Un testimonio fidedigno

El Padre Kentenich llamó siempre la atención acerca de que puede ser muy difícil tantear las señales de amor de Dios en nuestra vida. Pero María es una buena Madre, Ella puede ayudarnos a descubrir la misericordia de Dios en la oscuridad. Cuando le enseña a meditar a la gente del Jura de Suabia les señala a María y añade: esto no lo dice un sacerdote joven entusiasmado sino alguien que acaba de venir del infierno de Dachau. Él mismo ha vivenciado cómo también en tiempos difíciles la Alianza de Amor con María nos afirma en el amor de Dios. La vida del Padre Kentenich nos anima a entregarnos a este Dios de Amor: “Nadar en el mar de la misericordia de Dios. Esta debe ser nuestra tarea” (J. Kentenich).

 

© Secretariado Padre José Kentenich